“EL RUMOR DEL
ANDE HABITA EN SU QUENA”
Como
se escucha el viento pasar por las ramas desgajadas
de un churqui cuando la luna se esconde tras las
cerrazones por esas soledades de Humahuaca, o se lo
sabe ebrio de lejanías bailando entre los cardones
,custodios permanentes del paisaje , de la misma
manera Raúl Olarte nos deleita con su exquisita
música. Quenero que en sus cálidos soplidos nos
transporta a su fantástica tierra en cada canción.
En su pueblo de bajas casas de adobe los changos
crecen mirando las celebraciones tradicionales,
donde el sincretismo religioso y los rituales
aborígenes se unen en una misma plegaria, siempre
animadas con la presencia de los músicos populares.
De ellos aprendió su color musical. Guardián de una
tradición, paseó por el mundo los sonidos de su
quena. Hoy está entre nosotros y esto nos cuenta
desde la peña “La paila” en pleno corazón de
Palermo.
-Yo
nací en Humahuaca, en la Quebrada del mismo nombre,
desde muy niño jugaba con mis compañeros de juegos a
hacer música con instrumentos de viento por las
callecitas del pueblo. Allí intentábamos aprender a
ejecutarlos bien. A mí siempre me cautivó el sonido
de la quena. Comencé como todos los chicos jugando
y el destino hizo lo demás. En esos tiempos yo no
imaginaba dedicarme a la música. Allá tenemos todo
lo vivencial, toda una escuela basada en ver y
escuchar a los mayores ejecutar los instrumentos
tanto en los momentos litúrgicos como es en Semana
Santa al igual que en las fiestas de origen pagano
como carnavales o fiestas diversas en las que
siempre hay un motivo válido para hacer música. En
las familias así como en los pueblos chicos aún se
conserva una imagen, tanto sea una virgencita o un
santito que traen en un misachico o procesión de
vecinos donde se recorre a pie 5 o 10 kilómetros
con acompañamiento musical, para lo que es
necesario contar con músicos. Yo los veía llegar al
pueblo trayendo sus instrumentos: su quena, sikus o
erke. Esa es mi vivencia y tuve la suerte de
prestarle atención.
-¿A quien tuviste
como primer maestro?
-A Arsenio Zuleta.
Vivía casi enfrente la plaza principal donde está el
monumento a la Independencia, tenía una tienda de
artículos regionales, donde los instrumentos
ocupaban un importante lugar dentro de sus
vidrieras. Nosotros jugábamos casi enfrente de su
casa, y era muy difícil no extasiarse ante ellas.
Jamás imaginamos que un día él nos iba a proveer
justamente de ellos y otros que conservaba en su
casa porque adivinaba que nos faltaba ingreso
económico para conseguirlos. El nos enseñó a
ejecutarlos con infinita paciencia. Después la
escuela primaria y sus fiestas nos permitieron
expresarnos. Eso es lo que me fue dando estímulos
para seguir, saber que yo podía darles algo a los
oyentes en relación directa al sentimiento, a la
forma de sentir la música. Esa es mi sencilla
historia de vida en Humahuaca con pocos años.
- Humahuaca es un
lugar que dio origen a muchos maestros.
-Sí, yo alcancé a
conocer al papá de Uña Ramos. En carnavales, él
agarraba su anata, su quena y andaba por las calles
del pueblo , estaba Justiniano Torres Aparicio
músico increíble y compositor Arsenio Zuleta, los
hermanos Aramayo, muchísimos músicos conocidos en el
lugar pero desconocidos para el gran público porque
no han grabado discos, apenas un recuerdo en sus
familiares. Muchos alcancé a conocerlos, a
admirarlos y aprender de ellos es sonido
inconfundible humahuaqueño. Actualmente tenemos a un
quenista de nivel internacional como es el propio
Uña Ramos, con quien me une una amistad que va más
allá de ser colega y compartir el mismo lugar de
nacimiento.
- ¿Lo conociste en
Humahuaca?
-Yo no llegué a
conocerlo en el pueblo, sino a través de sus discos
primero. Luego fue en París donde me pude
presentar, apenas me escuchó tocar me dijo para
gran alegría mía que le gustaba el sonido de mi
quena. Con el tiempo fue grabando mis propios
discos con algunas canciones de su autoría, entonces
le mandé de regalo un par de discos a Francia y a
vuelta de correo recibí una carta muy conceptuosa y
tierna donde me agradecía por haber grabado sus
canciones y por mantener el sonido puro de la
Quebrada de Humahuaca.
-¡Qué halago!
- Para mí
un halago invalorable que guardo en mi corazón. Este
verano hemos estado en Buenos Aires compartiendo y
disfrutando de su visita. He tenido la suerte que
haya venido no solo a escucharme a “La Paila”, sino
que ha traído la quena y subió conmigo al escenario
con tanta generosidad y gusto que hemos disfrutado
muchísimo. Es como un juego para nosotros. Para el
público que ha presenciado estos conciertos fue una
verdadera sorpresa. Se sintió muy bien recibido en
este lugar y así hemos podido hacer disfrutar más al
público.
- Se sentía una
verdadera comunión en el escenario.
-Nos
conocíamos desde hace largo tiempo. Yo conozco
profundamente su repertorio, muchas de sus canciones
están incorporadas a mi repertorio y mis discos pero
también conozco el secreto de la quena, conozco la
forma de tocarla. En eso tenemos el código nivelado
de complicidad, ambos sabemos poner un toquecito o
un arreglito y compartir un contrapunto.
Los escenarios
del mundo
- Estuviste en la formación de “Los Tilcareños”, “Los
Yungas”, con Jaime Torres y su conjunto, después
decidiste seguir solo ¿Cómo fue ese paso?
-Recuerdo
una anécdota. Estábamos en una ciudad del Japón
caminando y hablando con
Jaime. En un momento yo
le comenté sobre mi idea de encarar mi camino como
solista de la quena, veía que tenía posibilidades en
todo ese camino nuevo, un desafío. Él lo entendió
muy bien. Al año cuando tomé la decisión de grabar
mi primer disco, hablé con mis amigos más cercanos,
mi familia. Cuando me vieron sin estar al lado de
Jaime se sorprendieron mucho. Pero yo había empezado
muy jovencito con apenas 18 años y durante casi 11
años compartí escenario con él. Fue muy lindo, una
época de muchos viajes al extranjero, se grababa
muchos discos, con producciones muy importantes, con
un altísimo nivel para los que se requería buenos
estudios. Sacar un Longplay en el exterior era muy
valioso. Yo grabé ocho. Ese aprendizaje fue
primordial para mí, saber como se producía, como se
grababa. Entonces decidí dejar el grupo de Jaime
Torres y largarme por mi camino como solista- Todo
lo hice muy tranquilo y confiado porque había tomado
todos los recaudos, pero lo más importante era mis
deseos del corazón. Una cosa muy simple.
- Habías cumplido
una etapa.
-Exactamente, eso es lo
que sentí en cuanto a los objetivos que tenía como
músico, empecé a sentir otras inquietudes además de
la fuerza necesaria y todo el tiempo por delante. Me
fue muy bien tengo 3 discos grabados como solista “Casabindo”,
“Quena de los Andes” en 2002 y el último “Quena,
quena” en el 2004. Ahora estoy preparando mi
próximo disco para este año. Para los músicos como
yo que soy mi propio productor, si bien tengo todo
el respaldo y la buena disposición de un sello
nacional, todo depende, hay que combinar diversos
factores con los tiempos de la discográfica.
-¿La gira que
realizaste junto al tenor José Carreras fue
totalmente diferente a las realizadas anteriormente?
-Con José
hice una temporada corta por distintos continentes.
Grabar la “Misa criolla“ en Europa le resultó un
suceso extraordinario, entonces empezaron a llamarlo
de diversas partes del mundo para dar ese
concierto. En ese momento me convoca el maestro
Ariel Ramírez, con quien tenía yo una relación de
trabajo aquí en Buenos Aires. Me convoca junto a
Tukuta Gordillo en sikus, Norberto Pereyra en
guitarra y Rodolfo Ruiz en charango. Armamos un
cuarteto al que llamamos “El cuarteto de los Andes”
-¿Como surge el
nombre?
- Era un momento de
mucha urgencia porque necesitaban el nombre del
conjunto y sus integrantes para imprimir los
programas, y hacer la prensa para la gira. Recuerdo
que estábamos en casa y les pregunté a mis
compañeros si les parecía bien que nos llamemos
así, como no hubo oposición quedó así y nos fuimos
de gira junto a Ariel Ramírez y José Carreras. Fue
impresionante estar en los mejores teatros líricos
domo el Concertgebouw de Ámsterdam, Benianei Ha Uma
de Jerusalén, Carnegie Hall de Nueva York, Santa
Cecilia de Roma, Suntory Hall de Tokio o el Teatro
Colón de Buenos Aires. Como José había prometido la
Misa criolla al Papa en agradecimiento a la salud
recuperada tocamos en la Sala Nervi del Vaticano un
concierto, después la gira siguió por diferentes
países.
-¿Qué pasaba por
tu corazón al tocar en escenarios tan importantes?
- Sentía
que volvía a Humahuaca, más que pensar era sentir,
pasa por la emoción. Yo sentí agradecimiento, no sé
bien a quien o a qué pero agradecía estar
vivenciando eso, sentirme un elegido. Agradecía a
Ariel, a mis maestros, a mis padres y curiosamente
me acordé de mis maestros de segundo grado, quienes
me veian tocar la quena y me estimulaban, me
insistían que siga tocando. Vos sabes que entre
los changuitos del norte hay bastante timidez, no
éramos encaradores para el escenario o para
exhibirnos ante el público. Yo he sido muy tímido y
poder tocar mi quena en esos lugares me producía
recuerdos emotivos, de la gente que me apoyó, de la
gente que me brindó algo. La quena me ha permitido
salir del pueblo, conocer el mundo y otras culturas,
conocer a grandes artistas como Jaime Torres,
Mercedes Sosa, Domingo Cura, Uña Ramos, compartir
con ellos el escenario y la amistad, educar a mis
dos hijas…Hacer de este instrumento una herramienta
de trabajo por la que la gente me aplaude. Aunque el
trabajo artístico en apariencia muy fácil, porque
solo se debe tocar, hay que aprender a trabajar.
Antes de subirse a un escenario uno tiene que
preparar muchas cosas: ensayar, elegir el
repertorio, estar siempre inquieto para buscar
nuevas ideas, a veces sale una composición, aunque
nunca se puede decir - “hoy estoy inspirado”-
-Tus canciones
suenan a inmensidad.
- Yo creo que siempre he
tratado de recordar en mis canciones las vivencias
de mi niñez y las imágenes que conservo de mi
pueblo, como la gente se divertía, por ejemplo en
carnaval los vecinos se reunían, las mujeres
preparaban chicha, cocinaban en ollas muy grandes
con leña para atender a todos los invitados, les
servían, todo se compartía. Era una diversión
serena, con mucho respeto. Donde se estila pedir
permiso para pintarte la cara, distinto de los
pueblos más grandes donde se tira agua, harina o
talco sin preguntar siquiera. Tenemos un sentido de
comunidad muy grande tanto para la diversión como
para los trabajos, o las ceremonias en honor a la
Pachamama. Donde siempre está presente la gratitud,
la misma que yo sentía en los grandes escenarios,
así como el respeto inculcado por nuestros mayores.
-No solo ejecutás
música norteña, también te abrís a otros ritmos.
-Al principio lo tomaba
como juego, para desafiarme en las distintas
posibilidades del instrumento, hasta me permitía
jugar con él. Al hacerlo con cuidado, con buenas
intenciones surgió una nueva forma de expresión de
música que a lo mejor ha sido compuesta para otro
instrumento. Por ejemplo el compositor Pedro Laurenz,
bandoneonísta cuando hizo una milonga la compuso
para su bandoneón, jamás imaginó que un quenista
humahuaqueño la iba a transportar a su instrumento y
la iba a tocar con el mismo espíritu y a misma
búsqueda de expresión, acompañado por guitarras bien
tangueras, cuidando el carácter, la prolijidad de la
música compuesta. Hoy en día se puede tocar casi
cualquier tipo de música en la quena, no tiene
limitaciones. Yo he tocado música clásica,
japonesa, he grabado dos obras de Astor Piazzola,
ahora estoy por incursionar en un concierto de
música clásica, quena y orquesta. Siempre con
orquestación. Lo importante es que la quena no
pierda presencia ni carácter, la orquesta hace de
acompañamiento. Yo no me adapto a imitar el sonido
flautístico, los instrumentos europeos son los que
se adaptan a ella. De esa unión sale algo nuevo,
una voz nueva. Al igual que las voces, el timbre
perfecto solo se da una pocas veces en la
naturaleza por eso es más valioso, yo lo aplico para
el sonido del instrumento. Tengo la suerte que la
gente cuando me escucha dice reconocer el sonido de
mi quena, es decir tiene una voz, entonces yo les
cuento que todas mis grabaciones como solista o con
Jaime Torres o Ariel Ramírez usé la misma quena, es
el mismo timbre, eso hizo que se identifique mucho
en el oído.
- Ejercés como
docente. ¿Es difícil enseñar tu arte?
- No, hay distintos
grados de alumnos: los que comienzan, los que ya
tocan y quieren perfeccionarse y buscan otro tipo de
técnicas que debo proveerles y hay otra gente que
toca pero tiene dudas si va a poder, yo tengo un
trabajo de acompañamiento para que le pierdan el
miedo al instrumento, también el miedo al ridículo,
eso es muy delicado y hay que saber acompañar, en
fin son muchos factores que la persona sufre, yo lo
aprendí como alumno. No todos tienen
esa vocación de exhibirse. Ahora tengo un estudio
privado de enseñanza en la zona de Monserrat en
Capital Federal y mi página Web
www.raulolarte.com, desde allí me conecto con la
gente. Mi estudio cuenta con una sala apropiada,
adecuada para 20 o 30 personas en donde doy clases
grupales, y algunas individuales, el lugar es muy
silencioso eso genera un clima de tranquilidad. En
cuanto a la enseñanza a chicos, yo tengo la
experiencia vívida en talleres de las escuelas
primarias del Japón.
-¿Qué diferencias
tenemos?
- La primera es la
multitud, tienen 1500 o 2000 alumnos, y los
organizan para el taller de una manera increíble.
Me ha tocado visitar esas escuelas y tocarles para
los chicos distintos instrumentos como la quena, el
charango o el sikus, comunicándome solo a través de
la traductora. Los chicos fascinados porque conocen
las canciones y los instrumentos, antes te nombraba
el shakuhachi que tiene la similitud de la relación
sonora por la pentatonía. Además descubrí que en sus
libros de música figuran dos canciones sudamericanas
“El cóndor pasa” de Perú y “El humahuaqueño” de
Argentina. Entonces al conocerlas es más fácil
trabajar con ellos. Compartían conmigo 300 chicos
tocando, producíamos un sonido ambiente
emocionante. Las escuelas les proveen todos los
instrumentos, usan marimbas, flautas dulces, hasta
batería, es el alumno quien elige con qué va a
estudiar música.
El secreto de
las cañas
-¿Cuando te
descubriste artesano?
-Mucho después. Primero
hay que aprender a tocar bien la quena. Para hacer
un buen instrumento se requiere probarlo, saber que
imperfecciones tiene. En este caso no se puede pedir
a otro que lo pruebe, a ver como lo ve, que le
parece que le falta. El propio luthier es el que
debe hacerlo. Eso lleva muchos años y muchas quenas
para aprender a hacerlas.
-¿Fuiste a
aprender?
-Yo tuve un colega, un
amigo músico con el que nos juntábamos a tocar en su
casa, hablábamos sobre los diferentes estilos de
quenas: la peruana, la boliviana, la argentina, el
sonido que cada región tiene. Con él intercambiamos
ideas, compartíamos criterios, hasta que vi una
quena que me gustaba. Empecé a sacarle el molde por
así decirlo, después la experiencia de tocar y
buscar nuevos sonidos constantemente hizo que la
caña me fuera dando más elementos para aplicarlos.
-Hablabas de
distintos sonidos de Perú, argentina y Bolivia. ¿En
que se diferencian?
-Primero la distribución
de los agujeros. La originaria era la pentatónica,
tenía seis agujeros y la evolución de alguien
inquieto que nos precedió agregó un tramo más y un
agujero más. Es un poco más completa. De tener 5
notas pasó a ser diatónica, de un sol pasa a otro
sol en octava, lo que le da una mayor amplitud para
tocar cualquier tipo de música. El hecho es que las
quenas peruanas tienen la característica que pasa
por el material: la caña y la madera. Porque se
están haciendo quenas agujereadas de madera.
Suponte un cabo de escoba, un poco más ancho, lo
agujerean para conseguir un tubo, se hacen los
agujeritos y la embocadura. Antiguamente se hacían
solo de caña originaria de algún lugar selvático, la
fibra y el espesor le da su carácter al sonido.
En Bolivia hay otro tipo
de caña seguramente de las yungas, la selva oriental
del país, con un carácter más agudo, seguramente
acentuado por los músicos. En Perú es más pastoso
el sonido y en el noroeste de nuestro país es
diferente. Yo pienso que en Humahuaca en particular
hay un color de sonido aunque parezca imposible de
fijar, una forma de tocar la quena muy especial
-¿Encontraste
otros artesanos en caña que te conmovieran?
Fue notorio en un viaje
a Japón que realicé en el año ’86, cuando tocaba
con el artista tucumano Jaime Torres. Me invitaron a
conocer a un músico japonés que tocaba shakuhachi,
es una flauta de bambú tradicional del Japón. Nos
intercambiamos los instrumentos a través de un
intérprete, y aprovechó la ocasión para contarme que
el bambú es un material muy apreciado en Japón
porque para hacer una flauta se requiere una
búsqueda muy amplia de cañas, seleccionarlas,
estacionarlas muchos años para que conserven un alto
valor económico después de haber sido hechos.
Depende de la firma del artesano y de su escuela
para tener más valor.
-¿Qué diferencia
tiene de las otras cañas?
- Es más ancha, con los
nudos más cercanos, de 15 a 18 centímetros de
distancia entre ellos. Otra característica es que se
corta por debajo de la tierra, en la raíz cuando se
empieza a acampanar. De esa forma eligen la más
perfecta posible, porque los japoneses tienen muy
marcado el sentido de la estética, por lo que buscan
las cañas de ese tipo de forma natural de bocina.
Ese final ampliado produce un mejor sonido.
Conversando con el maestro me contaba que para
trabajar las cañas en Japón se necesita un secado de
muchos años y mucha cantidad, porque se rajan, se
parten, se deterioran durante el secado, las que
quedan bien van a servir para hacer instrumentos.
-¿A vos te pasa lo
mismo?
-Sí, yo lo
apliqué a las quenas. Tengo cañas conseguidas en
distintos puntos del país y conservadas desde hace
10 o 12 años. Me gusta hacer mis instrumentos con
las de la zona de Río de la Plata, es una caña con
mucha fibra en el cuerpo.
-¿No contiene más
resina?
- Sí y demora más tiempo
en el secado, la pared de la caña es más ancha,
debido a lo generosa que es la humedad en la zona,
eso genera volumen.
-¿La hace más
porosa?
-Sí, pero el sonido que
consigo con ellas es un poco más dulce, más suave,
más refinado. Las que son de un espesor más fino
cuesta mucho sacarle buen sonido y por mi
personalidad, por mi gusto encontré en ellas el
sonido ideal.
-¿Crecen cerca del
río?
-No muy lejos. Tengo un
amigo que vive en la ciudad de La Plata, que siempre
me acompaña porque difícil viajar en esos brazos del
Río de La Plata, entrar en bote, caminar el bosque
cuando no hay inundaciones, buscar y buscar, crecen
en forma salvaje, no es una planta que se siembra
especialmente, hay que tener un conocimiento previo
del terreno además de ir en la época que se debe
cortar.
-¿Cuál es esa
época?
-Antes de agosto, porque
la primavera empieza un poco antes del calendario.
Lo ideal es hacerlo en junio o julio. Después solo
queda acopiarlas. Yo tengo cañas que tienen más de
10 años y todavía no está hecha la quena.
-¿Con qué las
horadás?
-Con
herramientas especiales, piezas para agujerear, se
llaman piezas de corte de muy fina calidad de aceros
rápidos. Cuando vaya a Japón voy a buscar otras
herramientas como un taladro para cañas muy
delicadas.
-¿Se te pueden
quebrar al hacerlas después de tanto tiempo de
acopio?
-Sí, es un riesgo. Se
quiebran con muchísima facilidad y hay que
descartarlas porque se debe conservar el largo. Una
caña tiene como 6 o 7 metros de altura desde el piso
a la
copa, y no toda es apta
para la quena que tendrá 3 o 4 tramos entre nudo y
nudo que deberán estar rectos, prolijos, con buen
largo para cortar. El extremo de abajo, las raíces,
los primeros tubos no sirven al igual que los
últimos de arriba por el adelgazamiento de la caña.
Hay mucho descarte. Yo corto las que están en
condiciones, las envuelvo bien con mucho papel,
cuido que no las agarre la polilla, que es su
alimento natural. Las desenvuelvo en algunas
épocas, así lentamente van secando naturalmente con
el tiempo. Primero tienen un color verduzco, luego
toman un color amarillento que se va acentuando con
el correr del tiempo hasta tirar al marrón. En ese
momento ya tienen 20 o 30 años…son las mejores para
trabajar. Quedan como madera, se usan para los
instrumentos dedicados a la música clásica. Al
igual que la madera para la construcción de la
guitarra o el violín se estaciona.
Vuelta al
pueblo
Te vas a Humahuaca nuevamente.
-Sí, voy a actuar en el
“Festival del churqui y el cardón” que se realiza a
unos 20 kilómetros al norte de mi pueblo, en una
comunidad aborigen llamada “Las hornaditas”.
Comienza alrededor de las 10 de la mañana. Las
mujeres empiezan a trajinar entre sus ollas para
preparar el almuerzo comunitario y luego comienza la
música. Yo tengo el halago de haber sido nombrado
padrino del festival, título que ostento desde hace
2 años. Ellos están haciendo la primera experiencia
de turismo aborigen. Llegan turistas de todas
partes del mundo para alojarse en sus casas de
habitaciones hechas con adobe, tortadas con barro
donde el calor no penetra, visitar un cementerio
inca, un bosque de cardones y otro de churquis. Solo
dura un día, hay escenario, sonido, vienen
comunidades de otros lugares, hay topamientos de
copleros, es una experiencia maravillosa.
- Te espera todo
un año de actuación en “La Paila”
-Sí, tengo la suerte que
a su dueño Orlando le guste mi trabajo artístico, y
a mí me gusta mucho el ambiente que se produce aquí
(donde justamente elegimos para hacer el
reportaje). Seguramente esto tiene que ver con el
alma mater, siempre al frente para recibir a la
gente con la mejor predisposición, está en todos los
detalles, el sonido es muy cuidado y el ambiente
agradable. Así que cuando me propuso tocar todos los
primeros sábados de cada mes del año 2008, solo
interrumpido por mi viaje a Japón en el mes de
octubre, no dudé en aceptar.
-¿Que te espera
en Japón?
-Tengo algunos
conciertos junto a instrumentos japoneses. Uno de
ellos tocaré junto a una señora que toca koto, una
especie de arpa que se pone en el piso, de muchas
cuerdas, tienen un sonido muy dulce y combinado con
la quena queda un sonido precioso.
Graciela
Arancibia